Tengo la manía de hacer balance de todo lo que me ha ocurrido cuando una etapa de mi vida llega a su fin.Así en Diciembre o cuando aumenta en una cifra mi edad escribo todo lo que me ha pasado para recordar lo bueno, olvidar lo malo y pulir defectos. En 2008 voy a tener que sumar un balance más porque hay muchas cosas de mi experiencia aquí que no quiero que caigan en saco roto.
Hoy me gustaría hablar de amistad, de decepciones, de convenciones sociales y juicios innecesarios a los que nos vemos sometidos sin haber recibido invitación.
Siempre fui una mocosa muy tímida pero ,al llegar la adolescencia, la timidez enfermiza se desvaneció (nunca del todo, simplemente ahora consigo disfrazarla) y fui consciente de lo fácil que me resulta congeniar con la gente, tenga la edad que tenga y sea de donde sea. Supongo que, todos los años que pasé observando a la gente sin mediar palabra a causa de mi incapacidad de relacionarme con ellos, me hicieron conocer a las personas mucho mejor. De ahí, de la necesidad de comunicar todo lo que durante años estuvo guardado, nació mi curiosidad por aprender idiomas.Pero este es otro asunto.
En el instituto hice muy buenas amigas, especialmente 4 chicas con las que iba a todas partes. El tiempo fue pasando y llegó la hora de ir a la universidad. Mi decisión de volar del hogar paterno estaba tomada desde hacía tiempo atrás pero mis amigas lo tomaron como un acto de rebeldía.
Trataron de
disuadirme de todas las formas posibles y creo que no asumieron la realidad hasta que me vieron montada en el bus rodeada de maletas. Aún así nuestra amistad siguió hacia adelante. Mi círculo se amplió, conocí a mucha gente pero siempre hablaba de mis 4 amigas, de las 4
mosqueteras (sí eran 3, ya lo sé). No me perdí
ningún cumpleaños ni evento importante en sus vidas aunque tuviera que coger el tren para volver a casa.
Cuando
me concedieron la
Erasmus, volvía ser objeto de sus comentarios (sé que muchos de ellos a mis espaldas).A mi vuelta en Navidad algo se había roto. Supuse que el no vivir con ellas el día a día ni hablar por
teléfono como
acostumbrábamos me hacía estar excluida y que muchas gracias fueran incomprensibles para mí. Simplemente estaba fuera del círculo.
Regresé de Irlanda y sin comerlo ni beberlo me
había convertido en la
hippie del grupo ( a sus ojos, claro) y así la distancia entre nosotras fue aumentando, y alcanzó su máximo esplendor cuando acepté la beca a
Berlín. Ahora ya no era la amiga
hippie, sino la inmadura, la que busca transgredir las reglas, la que no se adapta al patrón común ni a los dictados de la sociedad. A pesar de todo esto, seguí
considerandolas mis amigas.
Me cuesta mucho desprenderme de todas aquellas personas que en
algún momento fueron importantes en mi vida. Es un defecto que tengo más que asumido, lo sé.Me cuesta mucho dejar de querer a alguien por mucho daño que me haya hecho, me cuesta creer que
los caminos que una vez convergieron, a
día de hoy están separados y nunca mas
volverán a unirse. Soy de las que sigue pensando que un día
recibirá una
llamada de
algún ex compañero de colegio, al que hace unos 13 años que no veo, para invitarme a una cena de antiguos alumnos; de las que guardan entradas de cine de 1994, a pesar de que se haya borrado el título de la película porque me recuerdan mis primeras salidas con mis amigos. Soy así, una
romántica estúpida.
Sin embargo, desde que vivo en Londres la distancia se ha vuelto insalvable.Antes de aterrizar, sus miradas inquisidoras me dejaron claro que me
estaba equivocando por completo, que estaba postergando en el tiempo lo que en realidad supone ser adulta, es decir (según ellas) conseguir trabajo fijo, comprarme una casa y casarme.
Me he hartado de sus comentarios
desafiantes y de sus aires de superioridad por ser mujeres casadas ( en 2 casos) o con el
status de propietaria, o todo a la vez.Me he cansado de que la gente juzgue mi manera de entender de la vida, porque solo es mi manera,la que a mí me funciona. Cualquier otra forma es completamente válida. No quiero que me sigan poniendo etiquetas por no ajustarme a las "normas" ( por favor si
conoceis esas"normas" tan famosas, os ruego encarecidamente que me
paseis una copia por
mail) ni que la gente piense que por estar lejos de casa ya no hay necesidad de preocuparse por mi, porque según ellos, no necesito ataduras.
No sé en que momento la gente que yo creía que me conocía bien, dejó de hacerlo. Tampoco entiendo como me encuentro más
cómoda con personas a las que he conocido hace relativamente poco que con aquellas con las que he compartido media vida. Yo sigo siendo la misma, mantengo la misma esencia de aquella niña
tímida que tenía miedo de jugar con sus primos porque sabía que le
decían cosas que la harían sonrojar. Y por culpa de ello,de seguir siendo como he sido siempre, me veo incapaz de apartar de mi lado a
tod@s es@s que un día dejaron de respetar mi modo de entender la vida.